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Biarritz [crónicas de rodaje, 1]

-Nota de introducción-
Aunque sea sólo por esta temporada, agruparemos todas las narraciones de los partidos, celebraciones, viajes y demás acontecimientos en una nueva sección fija. La llamaremos «crónicas de rodaje» por dos razones: Primero, porque usamos ruedas para todo, las de los patines para jugar, las de los bolsos para llevar el material, las del autobús para llegar a los partidos… Segundo, porque estamos empezando en esto del hockey, siempre aprendiendo, en «periodo de rodaje» permanente.

-Al grano-
El sábado 1 de octubre los benjamines nos subimos al autobús con los chicos del primer equipo de San Antonio. Ellos jugaban en Biarritz su último amistoso de la pretemporada y nos habían invitado a acompañarles. Pero ojo, que no íbamos sólo como afición, sino a disputar nuestro primer partido transfronterizo. Nos recibía el vigente campeón de la copa de Aquitania benjamín, el Biarritz Olympique.

El viaje de por sí ya fue bastante divertido. Casi no quedaba un hueco libre en los asientos, como veréis por las fotos. De la hora y pico que duró el trayecto, no pasamos ni cinco minutos quietos. Venga ahí sin parar de cantar, de hacer bromas con los mayores, de jugar con las maquinitas.

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Como llegamos con tiempo de sobra, pudimos calentar con zapatillas antes de ponernos los patines. Compartimos vestuario con los visitantes de un partido de mayores que se jugaba antes del nuestro, así que entre nervios y apreturas teníamos un ambientillo…

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Una vez en la pista, nos sacudimos los nervios de encima y disfrutamos de un bonito encuentro, del tipo que nos gustaría vivir más a menudo. Disputado, limpio, con un rival exigente, alternancias continuas en el marcador y goles vistosos. Al final, además, ganamos 3 a 5. ¿Qué más queríamos?

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Iñaki se quedó muy contento con cómo lo habíamos hecho y nos felicitó después del partido. Después de la ducha, aún tuvimos tiempo de ver a San Antonio, que también ganó.

El viaje de vuelta a casa, como os podéis imaginar, fue una pequeña fiesta. Cogimos incluso el micrófono del bus e Iñaki les hizo entrevistas a todos los jugadores del primer equipo. En fin, que no paramos de reirnos hasta que llegamos a la Rochapea. Y cada cual se fue a su casa con ganas de repetir pronto. Seguimos con el rodaje.

Estuvimos en la I Copa Príncipe

Y tanto nos gustó, que os lo vamos a contar.

Llegamos al polideportivo bien temprano (para ser sábado, las 9 de la mañana no está mal, ¿no?). Ni siquiera habían abierto todavía y nos tocó esperar en la puerta un rato. En la calle nos dimos los buenos días. Todo el mundo llegó puntual. Parece que los días de partido a nadie se le pegan las sábanas.

En cuanto nos abrieron, subimos a la pista: reparto de vestuarios, prisas por ponerse los patines, bastantes nervios, muchas ganas de jugar. Un calentamiento acelerado y… Listo, preparados para empezar.

Los primeros partidos fueron entre equipos vecinos: Lagunak con Rochapea A; San Fermin Ikastola con Rochapea B. Los demás equipos irían apareciendo a lo largo de la mañana, según la hora de su primer encuentro. Cuanto de más lejos venían, más tarde, claro, para evitarnos madrugones.

A cada partido que pasaba, el pabellón iba cobrando vida. Las gradas más y más concurridas, equipos compartiendo vestuarios, música en los descansos, venta de camisetas y, bueno, las galletas. Un paquete grande por equipo, para empezar. No faltó quien más tarde repetiría. Y no todos los glotones eran jugadores, que conste. Pudimos ver madres, delegados, entrenadores y hasta árbitros dándole al chocolate. Lástima que no conservemos pruebas gráficas para mostrarlas aquí.

A todo esto, la organización como un reloj suizo: clavando el horario previsto, sin problemas con los vestuarios, acreditaciones para «personal autorizado», reservas de sobra de agua y galletas. Y no lo decimos por echarnos flores (que también) sino sobre todo para agradecer a la gente que acudió las enormes facilidades que nos dieron para que todo saliera rodado.

Y la fase de grupos se nos acabó, casi sin darnos cuenta, 12 partidos y casi tres horas después de haber empezado. Exponer aquí los resultados no serviría, en realidad, para contar casi nada de lo que ocurrió. Al menos, nada de lo importante. Sí diremos, no obstante, que hubo jugadas bonitas, goles sobre la bocina, deportividad sin excepciones y emoción hasta el último partido. Pasaron a las semifinales: Loyola Indautxu, R.C. Jolaseta, San Fermin Ikastola y U.D.C. Rochapea A.

Los equipos que no iban a tomar parte en la fase definitiva (C.P. Corazonistas de Mundaiz, S.D. Lagunak, C.D. Aurrera y U.D.C. Rochapea B) recibieron, antes de dar comienzo las semifinales, un recordatorio como el que veis abajo, edición especial y única, elaborado a mano por Toña, mamá y seguidora incansable de la sección.

Los partidos que siguieron dieron como finalistas a Loyola Indautxu y U.D.C. Rochapea A. Lo que nos faltaba. Un equipo de casa se iba a jugar la copa en el último partido. Y la temperatura en la pista subiendo por minutos.

Con esas condiciones, era de esperar, la final no fue un partido bonito. Los dos equipos jugaron nerviosos, intercambiaron errores y se turnaron para hacer goles.

Al final del tiempo reglamentario, empate a 3: ronda de penaltis. Al parecer, nadie quería irse a casa, porque el marcador siguió empatado (cada equipo acertó un solo lanzamiento) y hubo que recurrir a lo que llaman «muerte súbita». Sin dramatismos, eso significa: el primero que marque, gana. Y fue Loyola, con este chut incontestable:

Y lo demás, es una historia bien conocida. La alegría de los campeones, la desilusión de los que se quedaron a las puertas, la megafonía, la entrega de trofeos…

Aprovechamos la foto para agradecer la presencia de Patxi Higón en representación de la Federación Navarra de Patinaje y, faltaría más, a la parte de la familia del hockey local que vino a echarnos un cable, a mostrarnos su apoyo, a curiosear o, incluso, a incordiar.

Según pasan los días, la trama de la competición pierde importancia y se va borrando de la memoria. A la hora de escribir esta crónica, apenas una semana después, ya nos ha costado recuperar detalles sobre emparejamientos y resultados. No hemos querido resistirnos a ese proceso. Nos parece lo más saludable, teniendo en cuenta que hablamos de niñas y niños que juegan. ¿Qué más darán los marcadores de aquí a 1, 3, 5, 10 años? No desaparecerá, en cambio, lo que hemos aprendido, lo que hemos disfrutado.

Diremos: «Estuvimos en la primera Copa del Príncipe» y recuperaremos la emoción de jugar, de hacer amigos, de comer galletas.